En el árido desierto del norte chileno se extienden hectáreas cubiertas de flores. En los últimos cinco años, un grupo de mujeres indígenas de la etnia aymara ha lanzado un emprendimiento agrícola de cultivo de flores que ha superado las extremas condiciones climáticas para florecer en casi 30 hectáreas.
Su iniciativa se remonta a 2005 cuando, tras un fallido primer intento, las mujeres convencieron a las más altas autoridades de agricultura de su país de que su emprendimiento era socioeconómicamente viable y que les permitiría ganarse la vida.
De esta manera nació "Flor del Mañana", asociación al inicio compuesta por 25 agricultoras independientes y sus familias. Con una inversión inicial de $100 millones de pesos (US$ 207.987), 70% de la cual fue subsidiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) del gobierno, las mujeres pudieron plantar las primeras especies de flores importadas de Israel.
En el valle de Azapa, un desfiladero en medio del desierto de Atacama que ofrece condiciones favorables para pequeñas plantaciones agrícolas, se produjo la primera cosecha de flores de Gypsophila, Limoniums, Lisianthus y Chamelaucium (flores de cera). Desde entonces, se han sumado nuevas especies, como las amarilis.
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